RS retoma parte de su génesis como un medio de comunicación con una serie de entrevistadas relacionadas a la cultura lesbiana y bisexual, aquella que, muchas veces, es invisibilizada. Para iniciar este ciclo, entrevistamos a la profesora Claudia Cabello Hutt, una chilena radicada en Estados Unidos hace 20 años y que se ha dedicado a desentrañar las madejas de las “redes queer” en Chile y el mundo; es decir, aquellas relaciones entre mujeres de afecto, de amistad y que existieron a inicios y mediados del siglo XX. Aquellas que han existido siempre, pero que recién estamos descubriendo.
Por Erika Montecinos U. Periodista.
La chilena radicada en Estados Unidos hace 20 años, Claudia Cabello Hutt, doctora en literatura latinoamericana y profesora de la Universidad de Carolina del Norte, dice que se emocionó mucho cuando vio por primera vez las cartas físicas que se escribieron entre Doris Dana y Gabriela Mistral. Cuenta con orgullo que ella fue una de las primeras que vio esos legajos cuando un grupo de voluntarios y representantes de la Biblioteca Nacional de Chile, comenzaron a revisar los miles de objetos personales que guardó Dana (fallecida en 2007), reconocida como su albacea y pareja en los últimos años de la premio Nobel.
Desde ahí, señala, decidió dar un giro a sus estudios de doctorado – es autora de “Artesana de sí misma: Gabriela Mistral, una intelectual en cuerpo y palabra” (Purdue UP, 2018) – basados, principalmente, en destacar la prosa y pensamiento de Mistral.
“Cuando me puse a leer todos sus ensayos, su prosa, sus cartas, sus conferencias, me fasciné. No llegué a ella por el tema de las disidencias en realidad. Me interesó su pensamiento”, puntualiza vía zoom con RS desde Estados Unidos.
Pero siguiendo con los orígenes de las investigaciones de Claudia, esta comienza cuando se enteró del fallecimiento de Doris Dana en Estados Unidos el 2007. Dice que se preocupó “pensé que tal vez las cosas que saldrían de ese descubrimiento iban a afectar a lo que yo estaba escribiendo. Y comencé a involucrarme más en el tema”
Desde ese momento en que se produce el descubrimiento del legado de Mistral, Claudia consideró que debía incluir esta “mirada queer” a sus investigaciones y futuros libros sobre el tema, pero, y además, otra situación la hizo enfocar este trabajo de mejor manera: lentamente fue descubriendo redes. Sí, redes como mapas e hilos que se van entrelazando y permiten configurar que, efectivamente, Doris y Gabriela no se sintieron “las únicas” a mediados de siglo y que hubo otras parejas con las cuales intercambiaron cartas y vivencias. En estas redes, algunas de ellas compartían la cotidianidad de sus relaciones, salían de viaje, iban a la playa, cenaban juntas, se mandaban saludos entre las parejas. Algo tan común hoy en día, pero que muchas de nosotras vemos con sorpresa al tratarse, supuestamente, de una época considerada conservadora y represiva sexualmente. Pero como bien ha descubierto Claudia, estas redes existieron a mediados del siglo pasado y son dignas de conocerlas en toda su amplitud. ¿Existió entonces una red queer como la denomina Claudia de nuestras antepasadas? ¿Chilenas y latinas lesbianas que se relacionaban y se reconocían como parejas y se ayudaban? Al alero de los descubrimientos de Claudia, ella misma abrió una cuenta en Instagram donde va contando sobre estas redes, no sólo en Chile sino que en el resto del mundo y recibe colaboraciones o pistas que le permiten ir documentando esta gran de relaciones entre lesbianas intelectuales de las décadas del 20 y 50, y no sólo Mistral y Dana, si no también, por ejemplo, la escultora Laura Rodig, quien también fue asistente de Mistral y Cabello Hutt analiza en Redes queer: escritoras, artistas y mecenas en la primera mitad del siglo XX. Aquí escribe la relación que sostuvo con otra mujer, la intelectual Consuelo Lemetayer, con quien convivió en París a fines de los años 20 e inicios de los 30.
De igual manera comentaste que te emocionaste al ver las cartas físicas entre Gabriela y Doris…
Si, fue emocionante verlas y leerlas. Se supone que teníamos que ir rápidamente anotando, no había mucho tiempo para leer. Había muchos periodistas de Chile interesados en las cartas de Doris y Gabriela. Tuve miedo que desde las instituciones chilenas guardaran esas cartas y las hicieran desaparecer.
Y que no pudieras hacer algo con ello…
Bueno, desde ahí entonces decidí incluir en mi libro esas cartas, aunque seguí focalizándome en la parte intelectual de Mistral. Comencé a juntar todas las piezas del puzzle. Ahí me di cuenta que este asunto no era solamente de “ellas dos”: había una red, una red de amistad, donde muchas mujeres que tenían vidas disidentes estaban en colaboración y aquello me pareció mucho más interesante que la simple idea que Mistral era queer ¡Además que ya estoy cansada de estudiar a Mistral! – comenta riendo – quería cambiar un poco el tema.
¿Cómo fue el desarrollo para ir desentrañando esta madeja?
Pasé muchos años viendo cómo se conectaban estas mujeres y cómo colaboraban. Ahí me planteé la pregunta: qué iba a definir por “disidencia”. Porque ellas no eran mujeres que necesariamente se iban a auto identificar como disidencias. Tuve que crear otra definición para poder trabajarlas. Una definición que viene de un teórico trans que se llama Jack Halberstam: mujeres que resistieron el modelo normativo de la heterosexualidad, la reproducción y la dependencia económica de los hombres. Me puse a investigar en realidad lo que no hicieron. Y lo que no hicieron fue someterse a esa normatividad. Algunas simplemente decidieron quedarse solteras y ganarse la vida ellas solas. Otras, decidieron llevarse a sus hijos y armar sus vidas con otra mujer. Entonces amplié la definición para poder incorporar a estas mujeres que habían tenido todas estas vidas. Porque, lo que sí es obvio, es que estas vidas fueron disidentes. Son mujeres que decidieron, activamente, desde temprana edad, no casarse. Incluso Gabriela Mistral se reía de eso. Hay varios audios donde conversa con Doris y se ríe porque estaban leyendo el poema “Todas queríamos ser reinas” y en esa parte que habla que Lucila no se casó, las dos se empiezan a reír y decir “es que yo ni loca..” o comentaban que ella nunca quiso aprender a cocinar, etc. En esos gestos, yo veo una decisión activa.
Mujeres que se resistieron al mandato…
Exacto. Todas esas mujeres que se resistieron al mandato a mí me interesan. Con quién se acostaban, qué hacían, no sé, pero lo que sé es que ellas decidieron irse por otro camino. Al irse por otro camino, ellas pierden familias biológicas, por ejemplo, pierden fuentes de recursos económicos, y tienen que gestionarse por otro lado. Tienen que crear redes de otra forma.
“Se pedían pruebas que Gabriela y Doris habían sido pareja”
¿Hay una base para decir que estas escritoras efectivamente se relacionaron eróticamente o afectivamente? Nuestra experiencia como lesbianas ¿puede servir de base para afirmar que ellas tuvieron relaciones lésbicas?
Justamente hay un debate sobre quién puede hablar de tal o cual cosa. Creo que como investigadora o historiadora, una puede hacer un excelente trabajo independiente de tu orientación sexual. Pero creo que al momento en que una utiliza su experiencia, ello te permite ver un poco más allá. Por ejemplo, yo que estuve muchos años en un matrimonio heterosexual, y ahora tengo una familia no normativa, llevo cuatro años con mi pareja mujer y tengo una hija, se me abrió la cabeza para tener otra lectura de Virginia Woolf. Me pregunté si el matrimonio que tenía ella era una “pantalla”; cómo funcionaba su bisexualidad, y me di cuenta que la gente no ha cambiado tanto en cien años. Si hay cosas que las sentimos y vivimos hoy, también hay cosas que la gente vivió y sintió hace cien años. Todo eso nos permite pensar mucho más allá de la normatividad.
Es decir, lo tuviste más claro desde tu propia vivencia…
Es decir, puede haber sido que Virginia efectivamente haya tenido una relación muy íntima con su marido, colaboraron estrechamente en su escritura, pero puede que esa relación no haya sido de carácter sexual. Y que su relación con la escritora Vita Sackville-West, haya sido otra cosa. Pero que esas dos personas pudieran coexistir afectivamente, yo lo tuve más claro porque lo viví.
Si partiste investigando el pensamiento y prosa de Mistral, ¿con qué obstáculos te encontraste cuando intentaste indagar en su vida queer?
Se pedían pruebas de su vida íntima. Sobre todo de hombres hetero cis que cuestionaban el carácter de la relación entre Gabriela Mistral y Doris Dana. Eso de alguna manera me hacía auto censurar mi propia investigación, pensando “Me van a atacar, no tengo pruebas…” Con los años me he puesto mucho más fuerte. Defendiendo (mi tesis) mucho más firme.
¿Y cómo pedían pruebas estos hombres hetero cis?
En primer lugar, invalidando mi criterio. Yo debía tener una prueba de que Mistral dormía en la misma cama que Doris. En algún momento detuve ese asunto. No era mi tarea establecer si Mistral le hacía no sé qué a Doris y Doris no sé qué a Gabriela…o sea, yo sé que dormían en la misma cama, porque lo tengo en los archivos. Tuve la fortuna de visitar su casa en Roslyn Harbor, cerca de Nueva York.
¡Qué oportunidad!
Si, fue muy emocionante. Conversamos con la señora que vive actualmente ahí. Una casa muy linda, pequeña, con un dormitorio principal. Sabemos que ellas tuvieron una relación que fue muy valiosa, romántica e íntima, y que Gabriela Mistral le legó todas sus cosas.
¿Y hay otras parejas con las que se escribieron?
Si. Por ejemplo, la escritora venezolana Teresa De La Parra quien tuvo una relación con Lydia Cabrera, una antropóloga cubana en la misma época que Mistral. Teresa también le dejó todo a Lydia. Lo lindo es que Lydia también se escribía con Mistral. Se escribían en esta clave de amistad disidente, y era muy obvio cómo se reconocían en sus relaciones: “Muchos cariños para Lydia”; “Estamos pensando en ustedes…” Este “nosotras” a “ustedes” a mí me parece algo muy lindo, y que está en muchas partes de esta correspondencia. Entonces ellas se reconocen entre ellas de forma bien sútil.
Hay pruebas más que evidentes…
Claro. Estos investigadores quieren “la prueba”, a mí me parece absurdo. No hay que enganchar con esa lógica. Me parece una lógica falsa. También tenemos a muchas mujeres que estaban casadas con hombres, con hijos, que tenían posición en la sociedad, y tenían una doble vida. Eso no era una situación rara. Si las mujeres tienen una doble vida ahora, ¿por qué no la iban a tener hace cien años? Una de las pocas ventajas que hemos tenido como mujeres y lesbianas, es que hemos podido escondernos a plena vista sin que la gente se de cuenta.
“No siempre hay que pensar en nuestras antepasadas como mujeres sufridas”
Casi siempre se documentan estas redes en otros países, como en Francia, por ejemplo, donde se muestra a una sociedad a inicios del siglo XX mucho más liberada donde existían clubes de baile, de escritura o círculos más abiertos. Y cuando se piensa en lesbianas chilenas de otras épocas, es como impensado por la fama de país conservador ¿Era tan así? Debido a este conservadurismo, ¿no vivían libremente su sexualidad con otras mujeres?
Creo que en realidad ha sido más que nada una época invisibilizada y negada. No sé por qué la gente piensa que la gente en el pasado era menos sexual. Es precisamente una visión conservadora pensar que las personas de esa época eran conservadoras, porque eso no es así. En la historia hemos tenido momentos de mucho conservadurismo social, y otros momentos de mucha más apertura. Han habido olas. No vivimos una trayectoria lineal hacía la liberación. Es cosa de verlo hoy en día y el retroceso, por ejemplo, del aborto en Estados Unidos. Cosas que una cree que son batallas ganadas, y no son así. Yo creo que a principios de siglo había muchas mujeres lesbianas viviendo su sexualidad. Y muchas de ellas viviéndola de forma feliz. No siempre hay que pensar en nuestras antepasadas de personas disidentes como gente “sufrida”. Relegadas en manicomios o cosas así.
Pero sufrieron violencia…
¡Claro! muchas pagaron un precio alto. O recurrieron a otras formas para protegerse, como casarse con un amigo gay. Estos matrimonios eran clásicos. Era una forma de salir de la casa familiar, y muchas se fueron a vivir al extranjero e hicieron su vida. Fue gente que encontró la forma de vivir su vida.
Como esas escritoras europeas de las cuales hay bastante documentación sobre sus vidas lésbicas y vestían subvirtiendo el género…
Es que seguro hubo mujeres más desfachatadas, como Gertrude Stein o la suiza AnneMarie Schwarzenbach, que en el pasaporte vestían con corbata y chaqueta. Las latinoamericanas que yo he estudiado, vivieron de una forma más discreta que eso, pero no necesariamente sufrida. O con demasiadas cosas por esconder o creando muchas mentiras, pero, en realidad, la discreción no es lo mismo que la mentira o el auto odio.
Lo que planteas ¿puede ser similar a lo que ocurría con Gabriela y Doris?
Yo siento que Mistral tenía una especie de disociación, entre lo que ella vivía, lo que hacía y la realidad. Por ejemplo, me encontré con una cita que me llamó mucho la atención en el libro de cartas “Doris, vida mía”, página 421, donde Gabriela le cuenta alarmada de una amiga que le ha hablado mal de otra: “vive en amores con otra muchacha”, le escribe. No sé muy bien cómo interpretarlo ¿cuál es la transgresión? ¿decirlo? O que la mujer hubiese hecho eso? Como que ella está atacando a la persona que dice el chisme más que a la persona que hace el acto. Es como diciendo “¿te puedes imaginar que me lo dijo?”.
¿Lo interpretas como lesbofobia interiorizada?
No veo un nivel de odio hacía ellas mismas. Ni tampoco que hicieran todo un aparataje para cubrirlo. No veo eso, pero tampoco vemos un “ay, si, somos pareja” Es que era imposible, no se podía. Mistral trabajaba para gobiernos y cuestiones educativas. Ella no era tonta. Ella sabía que eso no era compatible. Eran estrategias de sobrevivencia.
¿Tiene que ver que algunas eran más desfachatadas por un componente de clase?
Las mujeres más provocadoras que he investigado, son mujeres ricas. Las que más tuvieron una actitud “kamikaze” por decirlo de alguna forma, o que les diera lo mismo lo que la gente pensara, eran mujeres que habían crecido con privilegios. Y esas mujeres tenían, tal vez, menos que perder. Entonces, ¿por qué vamos a juzgar a las mujeres más pobres o de clase trabajadora que dependían de sus trabajos por su incapacidad de salir del closet? Me parece injusto. Es como ser una mamá lesbiana hace 30 o 40 años, ¿se iban a arriesgar para que les quitaran a sus hijos? El costo que cada una paga, es diferente. Las diferencias de clase, hacen una diferencia hasta hoy. Entonces, eso yo creo que les pasaba a Gabriela y Doris. Creo que no lo veían ni siquiera como una opción posible.
Reconstruir la memoria
¿Por qué crees que es tan importante la reconstrucción de la memoria para visibilizar a quienes estuvieron antes que nosotras?
Muchas personas en su camino de auto reconocimiento, han dicho que vieron algo, escucharon algo, dijeron “esto es posible” o dijeron “yo puedo ser”, si uno no las ve, es muy difícil. Por eso siempre hablamos del tema de la representación. La representación es política y es fundamental. También creo que hay que desmitificar el pasado porque eso se transforma en herramientas de censura de los sectores conservadores.
¿Cómo podemos entonces sacarnos los estereotipos que tenemos del pasado?
Descubrir que también hubo historias de placer y de felicidad. Que no todas eran historias que terminan en tortura psicológica, muerte, suicidio, porque no era así. Ser mujer era parte de este sufrimiento, porque la sociedad estaba construida contra ti. Yo descubrí fotos de estas mujeres haciendo viajes, por la playa, con las amigas, todas en traje de baño, riendo, ese tipo de representación también la necesitamos. Mujeres lesbianas en los años 20 o 30 riéndose en la playa, con sus amigas, porque eso también pasó, eso sucedió. También ayuda mucho a prevenir esa desesperación que a veces se da en los jóvenes. Esa sensación de que no hay felicidad posible. Sin negar la violencia que sufrieron, que a algunas les hicieron muchas cosas feas, pero también hubo goce, placer y felicidad.
¿Cómo visualizas la continuación de este proyecto de investigación sobre las redes queer?
Estoy escribiendo un nuevo libro sobre este tema en inglés. Lo último que escribí- que también está en inglés y se titula «Undisciplined Objects: Queer Women’s Networks” («Objectos indisciplinados. Redes de mujeres queer») publicado en Revista Hispánica Moderna. vol. 74, no. 1-, es un artículo sobre los archivos de disidencias donde trato de teorizar qué caracteriza estos archivos y cómo nos podemos acercar a los años de 1920 y 1950. Hay muchas cosas en estos archivos que son hermosas: espacios que son queer, espacios de flexibilidad; son espacios que casi no se pueden poner en palabras.
¿Por qué son tan importantes?
Los archivos de las disidencias son fundamentales para reconstruir una genealogía de la disidencia sexual y de género local y regional. Sin embargo, estos archivos presentan muchos desafíos: no se encuentran necesariamente en colecciones institucionales como bibliotecas y universidades, han sufrido censura, se han perdido para siempre, porque muchas de estas mujeres no tuvieron descendencia o familiares que conservaran y valoraran sus materiales Muchas veces ellas/elles mismes, destruyeron estos materiales, como ejemplo cartas o diarios. También por una discriminación de género, que hasta hace muy poco, no se valoraba o no se protegía como patrimonio, institucional o familar eso mismos documentos ‘personales’ de una mujer, incluso, en el caso de artistas o figuras públicas.
¿Llegaste a alguna conclusión?
Lo terminé con una cita de Mistral que a mí me parece preciosa, que explica un poco lo que estoy diciendo. Doris Dana siempre guardó esta carta en una cajita de madera, está en la última página del libro “Doris, vida mía”:
“Yo sé bien que nadie, ninguna persona en este mundo, puede saber qué cosa es nuestra vida sino (excepto) nosotros mismos. La bella vida es tan imperceptible, tan delicada, llena de imponderables, que casi no es posible verla. Es posible solamente vivirla. Yo vivo una especie de sueño, acordándome de todas las gracias que me has hecho. Y lo que vivo es una vida nueva, una vida que siempre yo he buscado y nunca hallé. Es una cosa bella, sacra y concentrada”
Hermoso…
Si. Es que aquí hay una lectura que, finalmente en su edad de mujer madura, también me parece muy revolucionario. Imagínate, dice, “llegar a encontrar la vida que ella quería vivir” con esta otra mujer. Y lo que traté de argumentar en este artículo, – que ganó el premio de disidencia Sylvia Molloy de la sección de Sexualidades de LASA (Asociación de Estudios Latinoamericanos) para el mejor ensayo en humanidades de 2021 – es que hay una radicalidad en estas cosas que a veces no se pueden agarrar; y esta creación o estas emociones o estas vidas, no siempre son describibles. Y en lugar de empujar contra eso, ¿por qué no lo aceptamos y lo celebramos? Esa ilegibilidad es profundamente radical y queer.
Vidas que no son normadas…
Yo escribo mucho contra la homonormatividad. De esta idea de tener una vida homosexual idéntica a la vida heterosexual. Igual está bien quien quiera hacerlo así, pero he visto acá en Estados Unidos, sobre todo mujeres de mi edad, esa aspiración muy normativa, de no cuestionar nada. Pienso que si cuestionamos la sexualidad, también hay que cuestionar la familia, ¡todo! Si yo soy un poco más rebelde a eso, tal vez porque yo ya tuve esa vida de mujer casada, ya viví eso y dije nunca más. De ninguna forma. Si es con una mujer o un hombre, no quiero repetir el mismo guión. Pero, bueno, eso ya tiene que ver más conmigo y mi vida privada. Debe ser porque estoy acostumbrada a hablar de la vida de otros. RS
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